POR DANILO CRUZ PICHARDO.- Es saludable para la democracia introducir los debates electorales entre los candidatos, empezando por los que aspiran a la Presidencia. El cara a cara reciente entre Luis Abinader, Leonel Fernández y Abel Martínez se caracterizó por la altura y el respeto.
Se discutieron muchos problemas políticos, económicos y sociales de la vida nacional y la población tuvo la oportunidad de edificarse.
Se podría decir que los tres exhibieron dominio escénico y que sus gestos y ademanes fueron adecuados. En cuanto a los temas, es evidente que Leonel Fernández y Luis Abinader mostraron mayor competencia, ofreciendo estadísticas de los problemas en diferentes fechas y haciendo comparaciones con otros países, aunque se pudo observar la mejor versión de Abel Martínez, quien fue presidente de la Cámara de Diputados y alcalde de Santiago.
Sin embargo, se puede realizar un debate presidencial con altura y con respeto sin excluir temas de la agenda nacional.
Para nada se trató el asunto de la corrupción pública, un aspecto que no deja de ser preocupante.
Pese a que los mediadores anunciaron el capítulo transparencia, antes de iniciar el evento, en ningún momento se tocó, no sé si por omisión o por un acuerdo amigable entre los aspirantes.
Sea una u otra la razón, la verdad es que muchos se quedaron a la espera de una cuestión que pudo ser la más candente.
Nunca se fueron a la parte más honda del río. Durante todo el trayecto el asunto de la corrupción ha estado ausente en el discurso de Leonel Fernández, mi amigo, lo que luce ser un tema autovedado.
Cabe destacar que es la primera vez en nuestra historia que un presidente de la República, en búsqueda de la reelección, decide acudir a debatir con sus opositores.
Si no es un acto de humildad de Abinader, habría entonces que decir que es de mucha seguridad y confianza de su obra y de sí mismo. Se fajó a discutir de tú a tú con Leonel, que siempre ha sido brillante, pero no imbatible.
No se puede dejar de mencionar, sin embargo, que Luis Abinader tiene la ventaja de estar compitiendo con una oposición con líderes desacreditados.
Todo parece indicar que el electorado se siente conforme con Abinader y observa gran diferencia con un pasado caracterizado por los escándalos de corrupción.
Empero, no se puede decir que la Fuerza del Pueblo y el PLD están sepultados, posiblemente requieren de mayor tiempo para que sus excesos caigan en el olvido. Y es probable que requieran dar espacio al relevo generacional.
Joaquín Balaguer perdió los comicios de 1978 de Antonio Guzmán. Se trató de un 52% contra 43%. Balaguer no pudo subir ese porcentaje para el certamen de 1982, al computar 39%, es decir, bajó, mientras Jorge Blanco alcanzó un 47%.
¿Cuáles fueron las razones de esa caída en los números del Partido Reformista? Los balagueristas no disponían de la avasallante logística del 78 (recursos estatales) y además prevalecía gran temor de la población de retroceder, volver a los crímenes políticos y falta de libertades ciudadanas. Para 1982 todavía estaban frescos en la memoria de los electores los actos de violaciones a derechos humanos.