POR NARCISO ISA CONDE.- Los 59 años posteriores a la invasión de 1965 han sido de negación de soberanía, perversión del sufragio y el modelo representativo, entronización de la corruptela y degradación política; crisis de salud y educación, empobrecimiento, violencia de género, negación de derechos fundamentales y deterioro ambiental creciente.
La clave para revertir este proceso degradante está en fortalecer la idea de reconstituir el Estado, sus instituciones y toda la sociedad sobre la base de una democracia directa-participativa, justicia social, soberanía y poder popular.
Los falsos debates -vacíos de los temas cruciales que desgarran nuestra sociedad- evidenciaron cuánto se parecen los/as candidatos/as del PRM-PLD-FP en su manera de pensar y proceder, atados a las elites capitalistas y al imperialismo estadounidense. Son la continuación del pasado creado por aquella invasión.
No quedarnos atrás en este mundo cambiante, implica salir de los tres y de todo lo que se les parezca, por lo que es imprescindible una ruptura con ese pasado invasor y opresivo, continuado en el presente por un supuesto “cambio” que ha tenido mucho de farsa, recolonización neoliberal, privatización del Estado y del patrimonio natural; con procesos de empobrecimiento, endeudamientos onerosos, y nuevas modalidades de corrupción empresarial y subordinación extrema a un imperio decadente.
En estas circunstancias es pertinente reivindicar contenidos esenciales de la Revolución Constitucionalista que encabezaron los coroneles Fernández Domínguez y Caamaño, brutalmente obstruida por la invasión militar estadounidense.
La crisis crónica que afecta nuestra nación evidencia que el modelo político-institucional impuesto por esa intervención militar -reforzado y degradado durante 59 años de recolonización económica y cultural- es un componente de un sistema de dominación que debe ser radicalmente superado.
Urge proponernos crear -desde un ejercicio consecuente de soberanía popular- un nuevo sistema que abra paso a las metas inconclusas de la gesta Trinitaria, la epopeya Restauradora y la Revolución de 1965.
Si algo se destaca en los contenidos de aquel abril heroico –pisoteados por la clase dominante y traicionado por el PRD-PRM, PLD-FP y ex izquierdas asociadas a ellos- es el esfuerzo trascendente por refundar la república, construir un Estado realmente democrático y soberano; acompañado de un poder popular transformador; lo que exige politizar las luchas sociales y dotarlas de una propuesta política alternativa.
Meta solo posible de alcanzar, más cuando la hegemonía mundial estadounidense declina, si lo viejo degradado es echado abajo y lo nuevo brota de un poder y un proceso constituyente, que implique transformaciones estructurales.