POR DANILO CRUZ PICHARDO.- Las recientes encuestas publicadas por Greenberg, Mark Penn y Gallup-RCC Media, con miras al proceso eleccionario del 19 del presente mes, ofrecen datos para el PLD que resultan catastróficos. Greenberg otorga a Abinader un 58%; a Leonel un 25%; y a Abel Martínez un 13%. Mark Penn da al presidente de la República un 57%; al candidato de la Fuerza del Pueblo un 24%; y al del PLD un 12%. La Gallup-RCC Media, última en salir, ofrece 60% al candidato del PRM; un 24.6% a Fernández; y un 11.1 a Abel.
Lo grave de todo no es el 13, el 12 y el 11.1 que recibe el PLD, sino que las investigaciones revelan que una franja de su militancia sufragaría por el expresidente Fernández, pero el suscrito no descarta que también vote por la boleta del PRM. La experiencia electoral indica que el dominicano no acude a las urnas para quedar en tercer lugar, por lo que ese aviso anticipado de firmas encuestadoras, que gozan de crédito público, afectará al maltrecho caudal de votos del peledeísmo y terminarían beneficiándose aquellos que ocupan el primer y el segundo lugar. Se colige, en consecuencia, que tanto Abinader como Leonel tienden a aumentar sus puntuaciones.
Recuerden que para la contienda comicial de 1978 el profesor Juan Bosch apenas alcanzó 18 mil votos, porque el grueso de los electores depositó su sufragio por don Antonio Guzmán y por Joaquín Balaguer, que ocuparon el primer y el segundo lugar respectivamente. Para 1994 Bosch obtuvo un pírrico 13%, debido a la bipolarización entre Balaguer y José Francisco Peña Gómez. Y para el 2020 Leonel solo obtuvo un 9%, porque Luis Abinader y Gonzalo Castillo se repartieron el pastel de forma mayoritaria. Podría poner otros tantos ejemplos.
Esos resultados de esas tres firmas encuestadoras merecen reconocimiento público. A esta fecha, faltando días para el certamen comicial, ninguna firma de prestigio vende datos, porque históricamente han dependido de su crédito. Se sabe, sin embargo, que todo estudio de opinión de esta índole registra un margen de error ascendente al 3%, el cual puede ser hacia arriba o hacia abajo.
Los líderes políticos opositores lo que hacen es guardar silencio, porque es un error procurar desacreditar a estas encuestadoras, que sencillamente están confirmando lo que la mayoría de los electores percibe anticipadamente con respecto a lo que ocurriría el venidero día 19. Algunos candidatos afectados prefieren optar por la presentación de compañías y estadísticas inventadas. Y hasta traen a alguien de exterior, que pronuncie el español con dificultad, para ofrecer números falsos, única forma de pretender mantener ánimos elevados de sus correligionarios.
Sin embargo, lo que está ocurriendo es sencillamente el producto de los diferentes manejos que tuvieron el PRM y la oposición. Mientras el primero supo compactarse cien por ciento internamente y adherirse a 25 entidades políticas reconocidas por la JCE, la segunda a lo más que llegó fue a juntar en un mismo salón a dos expresidentes que son enemigos, a pesar de que en política lo que hay es adversarios y suelen ser circunstanciales.
La historia política universal enseña que la unidad con otras organizaciones, aun sean minoritarias, oferta percepción de fuerza, mientras que la división contribuye a enviar un mensaje contrario, por lo que es cuestión de lógica que tanto la Fuerza del Pueblo como el PLD, de forma separada, terminen debilitándose.
En 1986 a Jacobo Majluta le computaron más de 800 mil votos. Hubo otros 80 mil observados que le favorecían, con los cuales ganaba el certamen, pero nunca se lo contaron y declararon triunfador a Balaguer. El gran error de Jacobo fue pensar que todos esos votos eran de él y que al formar el PRI, para presentarse en la contienda venidera, se estaría llevando a todas esas personas, lo que resultó ser un error de cálculo. En 1990 Majluta apenas alcanzó 135 mil votos, para un 7%, mientras Peña Gómez recibió 450 mil sufragios, para un 23.23%. Si ambos se hubieran unido ganan el evento, por el enorme impacto en el electorado y, además, porque unos 200 mil perredeístas que votaron por Juan Bosch, conforme a una firma encuestadora, hubiesen retornado a su vieja casa.
Jacobo y Peña prefirieron morir antes que juntarse. Esa misma historia se repite hoy entre los dos bandos del PLD, uno morado y otro verde.