Las plantas “lilas” comenzaron a proliferar nuevamente en el río Ozama, introduciéndose silenciosamente y ganando metros de distancia en su expansión.
Este crecimiento desmedido obstruye el flujo del agua y deteriora la calidad del hábitat para diversas especies, lo que se convierte en un problema crítico en medio de la temporada de lluvias y la amenaza de ciclones que enfrenta el país, pero que además, revela el nivel de contaminación en que se encuentra el río.
Controlar esta invasión vegetal representa un desafío significativo para las autoridades, que deben lidiar con la extracción de toneladas de lilas. Aunque estas plantas, conocidas científicamente como Syringa vulgaris, son apreciadas por su fragancia y su hermosa floración en primavera, su presencia en el río no solo afecta la belleza natural del entorno, sino que también compromete la salud del ecosistema acuático.
Las lilas, o jacintos acuáticos, prosperan en aguas contaminadas gracias a la abundancia de nutrientes como el nitrógeno y el fósforo, provenientes de desechos orgánicos vertidos en el agua, ambiente propicio para su crecimiento también significa que la contaminación del río favorece su expansión, lo que a su vez afecta negativamente a otras especies que habitan en el ecosistema.
La invasión de estas plantas es motivo de preocupación, ya que la obstrucción de los cauces naturales incrementa el riesgo de desbordamientos en las comunidades cercanas, poniendo en peligro la vida y los bienes de los residentes. Es imperativo que las autoridades locales tomen medidas inmediatas para limpiar el río y gestionar el crecimiento de las lilas, asegurando así un entorno más saludable y seguro para todos.
En ese sentido, se espera que las autoridades correspondientes accionen con la prontitud correspondiente para evitar que la situación se agrave.