Trabajadores y contratistas de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD) llenaban sacos de arena, ayer a las 10:27 de la mañana. Así se preparaban para que la crecida de la temible cañada Las 800, en el sector Los Ríos, en el Distrito Nacional, no se lleve los tubos que utilizan en el proceso de saneamiento que llevan a cabo allí.
Era una medida preventiva ante la amenaza de nuevos desbordamientos durante los primeros días de esta semana, según las predicciones de las autoridades de Metereología.
A pesar de los esfuerzos, el temor persiste, ya que la comunidad aún guarda las cicatrices de las tragedias ocurridas cuando, en el 2022, las lluvias provocaron un desastre natural que causó muertes y grandes pérdidas materiales.
A los residentes de la zona les preocupa que los trabajos de saneamiento de la cañada no sean efectivos y lo dilatado de ese proceso. Tienen presente las cicatrices del pasado.
Hace solo dos años, un desastre natural dejó su huella imborrable en los moradores del lugar, llevándose la vida de una persona y destruyendo hogares completos.
«Cada vez que llega un cuatro o un dieciocho de noviembre y veo que seguimos vivos, doy gracias a Dios, porque cada vez solo me llegan los recuerdos», lamenta con nostalgia una residente.
A lo lejos, algunos lugareños atraviesan un puente antiguo que conecta ambos lados de la cañada, mientras un penetrante olor a desechos de cloacas envuelve el ambiente.
Avanzan tímidos trabajos en la zona
En el terreno, los trabajos de saneamiento siguen su curso, aunque a un ritmo más lento de lo esperado.
Un contratista de la Corporación del Acueducto y Alcantarillado de Santo Domingo (CAASD), que se encontraba en el lugar, explicó que los trabajos llevan un par de meses, justificando que las labores avanzan lentamente debido a la complejidad del proyecto.
«Se está trabajando por debajo de casas, lo que implica un trabajo cuidadoso, ya que enfrentamos miles de acometidas pluviales y sanitarias», señaló.
Dijo que el proceso no está exento de desafíos, sobre todo con las lluvias que continúan deteniendo los trabajos.
En el lugar se han saneado unos 400 metros de calle (EDDY VITTINI)
Los residentes se muestras escépticos
A pesar de los esfuerzos, los residentes no pueden evitar sentirse escépticos por el modelo de saneamiento que se realiza en el lugar.
Kenia García Céspedes, quien lleva 18 años viviendo en los alrededores de la cañada, expresa su preocupación por el futuro.
«Todavía sentimos dudas de los trabajos», expresó al explicar que a la cañada cae agua por diferentes lugares, por lo que la lluvia amenaza con arrastrarlo todo.
«Nosotros solo estamos agarrados de Dios, porque todavía no ha caído suficiente agua para saber si ese trabajo será exitoso», añadió, con un tono de resignación.
La historia de Kenia es la de muchas familias que vivieron la tragedia del 2022, cuando el desbordamiento de la cañada dejó daños irreparables.
«La primera vez que se inundó no pude recuperar nada de mis ajuares. Perdí dos frizers y toda mi venta, ya que el agua me llegó hasta el techo de la casa», recordó con tristeza.
Pero el dolor más grande fue la desaparición de su primo Roberto Quevedo Sánchez, quien murió ahogado mientras intentaba salvar dos vehículos.
«Ayer, cuatro de noviembre, cumplió dos años. Se lo llevó la cañada», dijo con lágrimas en los ojos. Dejó cuatro hijos huérfanos.
Rosemite, otra residente, también guarda una memoria dolorosa de esa fatídica fecha. «Cada vez que llega el cuatro o el 18 de noviembre, me vienen los recuerdos y solo doy gracias a Dios de que aún estamos vivos», dice con un tono melancólico.
Madre de cinco niños y residente desde hace seis años, Rosemite comparte el escepticismo de Kenia, pues aunque los trabajos de saneamiento continúan, aún no hay garantías de que el peligro se haya disipado.
«Cuando viene a ver se mejora, si no se empeora», se consuela al pensar que tal vez la situación pueda mejorar, pero sin perder la esperanza de que la cañada no vuelva a desbordarse.