Una versión de los acontecimientos posteriores al ajusticiamiento de Rafael Leónidas Trujillo fue replicada por los caliés del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y terminó archivada en un informe confidencial que manejaron el Buró Federal de Investigaciones (FBI) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.
La fuente original de aquella versión fue el doctor Marcelino Vélez, quien meses después admitió públicamente haber mentido para preservar la vida de la familia Reid-Fernández, compuesta por los doctores Robert Reid Cabral, su esposa Ligia Fernández y el hijo de ambos, de apenas 11 meses de nacido.
El hecho fue rectificado en una carta publicada el 10 de diciembre de 1961 en el periódico La Nación, donde Vélez ofreció una explicación detallada de los motivos que lo llevaron a mentir a los investigadores del SIM, bajo presión y miedo.
Este testimonio resulta clave para entender cómo se fabricó una verdad oficial que terminó engañando a las propias agencias de inteligencia estadounidense.
La carta de Marcelino Vélez
En la carta dirigida a Nelson Caro, director del periódico La Nación el 10 de diciembre de 1961, Marcelino Vélez indica que la versión que trascendió fue que «Reid Cabral ocultó a Antonio de la Maza Vázquez, a Luis Salvador Estrella Sadhalá, a Juan Tomás Díaz Quesada y al suscrito bajo amenaza y coacción«.
Más adelante reconoce que «esa errónea información tuvo su origen en declaraciones falsas que suministramos a quienes investigaban el tiranicidio, Luis Salvador Estrella y yo, cumpliendo nuestra promesa que nos hiciéramos con la esperanza de evitar las crueldades con la revelación de la verdad exponíamos al Dr. Reid Cabral y a los suyos».
«La elevada moralidad de ambos descartaba toda posibilidad de traición. Eran esas condiciones indispensables a nuestro ocultamiento, y por ello no vacilé en sugerir para tal propósito el hogar del joven matrimonio, donde se nos acogió con visible espontaneidad, ratificada por el riesgo adicional que afrontaba Roby (como le llamábamos al Dr. Reid), al hacer el contacto que le solicitamos en interés de solucionar una conflictiva situación, y por el amable trato que recibimos de su valiente esposa, Dra. Ligia Fernández de Reid», indicó.
Continúa señalando que «para evitar que fuéramos descubiertos por los servidores domésticos, Ligia hacía y organizaba la habitación que ocupábamos, y además, en las noches, después de retirarse dichos servidores, nos preparaba los alimentos, ya que no quería despertar sospecha disponiendo el considerable aumento que significaba la manutención de cuatro personas más en un hogar que mantenía igual número de adultos y un niño».
Dijo que en «inúmeras veces recibimos provechoso aliento en las palabras de Roby y de Ligia», por esto, quiso Juan Tomás Díaz reafirmar la constancia verbal de su justa gratitud obsequiando a los esposos, para ser entregada al entonces vástago de estos, Armandito, una valiosa sortija de brillante que desde años atrás usaba constantemente», expresó.
Pero, dijo Marcelino Vélez, que «coincidieron ambos en una cortés negativa, cuya firmeza nos hizo comprender que por encima de todo estaba el desinterés y la pureza de sentimientos que nos protegieron».
Ruego a usted, señor director, hacer pública la presente aclaración en defensa de una verdad histórica y en justo reconocimiento de quien por heroico y noble comportamiento es acreedor a la admiración del presente y de la posteridad.
¿Qué había dicho antes Marcelino Vélez?
El siete de junio de 1961 Robert Reid Cabral cometió suicidio. Los medios de la época indicaron que tras «el secuestro» sufrido por varios días quedó desconcertado.
La Nación indicó cómo lo observaron los periodistas días antes de su muerte: «Su actitud, realmente, era desconcertante. A causa del sueño y la desnutrición (durante los días que estuvieron allí los asesinos, sólo tomaba leche para niños y refrescos), así como de la conmoción psíquica sufrida por los acontecimientos, le habían producido un estado anímico desconcertante», señaló.
«Era notoria la depresión y el estado angustioso que le afectaba. Tenía, como dicen los médicos, un estado de estrés (tensión). Todo su organismo estaba sujeto a una tensión desesperante y hacía esfuerzos inauditos por conservar la serenidad, aunque no lo lograba. Estaba en estado final de agotamiento, situación que se le agravaba con el tiempo», argumentó.
En la nota del periódico La Nación indicaba «la misma noche del crimen los asesinos visitaron al doctor Vélez, a quien, según declaró el doctor Reid antes de morir, lo complicaron para que atendiera a un enfermo», dice el periódico.
Añade que: «Cuando el doctor Vélez vio el paciente les dijo que eso era asunto de un cirujano. Entonces llevaron al paciente a la clínica Internacional, donde lo dejaron internado. Posteriormente, presionaron al doctor Vélez para que éste les proporcionara abrigo. Vélez pensó en su amigo, el doctor Reid. Allí se dirigieron a la media noche del día 30 de mayo».
La rectificación pública: un acto de valor
La decisión de Vélez de rectificar su versión públicamente no fue menor. Lo hizo en un contexto aún frágil, donde muchos de los implicados en el crimen de Trujillo estaban siendo perseguidos, torturados o desaparecidos.
El testimonio circuló entre los actores políticos de la época y fue citado posteriormente por historiadores sobre la memoria de Rober Reid Cabral.
Lo que dijo Robert Reid Cabral a la prensa
Luego del ajusticiamiento de Trujillo, Roberto Reid Cabral y su esposa Ligia Fernández de Reid eran investigados por el Servicio de Inteligancia MIlitar (SIM), por lo que habrían sido obligados a dar una versión distinta a la realidad.
Narraron al periódico La Nación que fueron colaboradores obligados del grupo que ajustició a Trujillo. Reid Cabral dijo que la noche del 30 de mayo, ya listo para dormir Marcelino Vélez, médico, amigo de estudios, y persona de confianza tocó su puerta y le dijo que abriera para ver un paciente suyo.
Entonces, cuando abrió la puerta de la vivienda los cuatro entraron precipitadamente portando armas largas donde habría comenzado su viacrucis. Dijo, que, aunque pensó en reportarlos al SIM temió por la vida de su esposa y su hijo de once meses.
“Un instante después entraron cuatro hombres armados, entre ellos Juan Tomás Díaz y Antonio de la Maza. Me sentí totalmente acorralado. Temí por mi vida y por la de mi esposa, mi hijo y mi hermana. Subimos a la segunda planta de la casa», dijo Reid Cabral.
“Con mi esposa y mi hijo comencé a orar. Pedí a Dios que no nos pasara nada. Me asusté mucho. Uno de ellos me dijo: ‘Si no cooperas, mueres tú y tu familia’. Supe entonces que era algo muy grave.”
“Uno de ellos me ordenó que firmara un papel en blanco. Lo hice, con la esperanza de salvar mi vida.”
“Me dijeron que iban a comunicarse con Amiama Tió, y que él vendría por ellos. También mencionaron al doctor Marino Betances y al general Román Fernández Domínguez”, sostuvo.
La confusión deliberada
La información obtenida por un reporte del FBI sobre las entrevistas realizadas por el SIM, indica que los ajusticiadores obligaron a Robert Reid Cabral a darle refugio a los perpetradores del ajusticiamiento en su casa, el general Juan Tomás Díaz, Antonio de la Maza, Salvador Estrella y Roberto Pastoriza.
Indica que después de varias horas después de estar en la casa de Reid Cabral, el general Díaz y sus acompañantes entran en pánico, debido a que no tenían conocimiento sobre los acontecimientos posteriores a la muerte de Trujillo y si el golpe de Estado continuaba en curso.