Desde hace más de un año que en Bolivia hay escasez de combustible de manera recurrente. Esta semana se ha desatado una nueva crisis energética que ha vuelto a generar largas filas en las estaciones de servicio de todas las capitales bolivianas y mucha preocupación por lo que vaya a pasar.
En esta nueva crisis de desabastecimiento de combustibles, el Gobierno de Luis Arce ha admitido por primera vez que, por falta de dólares, no puede comprar ni diésel ni gasolina para cubrir toda la demanda local.
Población frustrada
En interminables filas la población manifiesta su frustración, hastío y preocupación, como el taxista Cristóbal Miranda, quien perdió un día entero de trabajo:
“Un día que no trabajo a mí el banco no me espera, eso es lo que más me pone triste, preocupado”, explica a RFI.
La iliquidez ha obligado al Gobierno a ofrecer diésel al sector agroproductivo y minero a precio internacional, tres veces más del precio subvencionado.
Aún no se sabe qué pasará con el precio de la gasolina, pero la población tiene opiniones divididas sobre si se debe o no levantar su subvención. El carpintero Roberto Silva la rechaza.
“Las cosas ya han subido, por decir repuestos, todo ha subido, con que levantes la subvención vamos a estar en un déficit de todo”.
El profesor Robert Osina es partidario de levantar la subvención a la gasolina. “Bueno, es algo que se tenía que realizar hace mucho tiempo, ¿no? No podemos seguir viviendo fuera del mercado internacional, tenemos que regular los precios, el costo va a ser grande, tristemente”, estima.
Dirigentes del sector agroproductivo han advertido que la comercialización de diésel a precio internacional elevará los costos de los alimentos poniendo en riesgo la seguridad alimentaria en el país.