El muro que República Dominicana levanta a lo largo de su frontera con Haití desemboca en el Caribe en la provincia de Pedernales, adonde los haitianos cruzan a diario para comerciar, comprar productos y trabajar en la construcción de complejos hoteleros en una zona que espera convertirse en referente del turismo internacional.
Han pasado tres años desde que República Dominicana inició los trabajos de esa verja que, de norte a sur, la separará de Haití, país con el que comparte una frontera terrestre de cerca de 400 kilómetros marcada por profundas y palpables diferencias sociales, políticas y económicas.
Pero el muro, que ya forma parte del paisaje geográfico de la isla de La Española, no es la única medida para evitar el eventual impacto en República Dominicana de la crisis en todos los órdenes y la extrema violencia que asolan Haití: como pudo comprobar EFE, en la sureña provincia de Pedernales son constantes las patrullas y el reforzamiento del control militar en el paso con Anse-a-pitre, ya en el lado haitiano de la frontera.
Vivir en Haití, trabajar en República Dominicana
Como en todos los pasos fronterizos con Haití, en el de Pedernales -aunque muy lejos del flujo de personas que se registra cada día en Dajabón (norte dominicano)- desde primera hora de la mañana los haitianos se congregan ante el portón de acceso para ingresar a territorio dominicano a comerciar con productos y también a trabajar.
En esta zona ha aumentado el flujo de obreros haitianos empleados en la construcción de nuevos complejos hoteleros, unos trabajadores que son transportados de regreso a su país a bordo de autobuses amarillos al caer la tarde, y así día tras día.
Otras personas llevan a cabo trabajos diferentes. Es el caso de Wilson, un haitiano de 35 años que cruza cada día a prestar servicios de mototaxi en la frontera, pues, aunque «en Anse-a-pitre la vida es buena, es un lugar tranquilo, acá en República Dominicana se gana más dinero«, dice a EFE para añadir que en un día puede llegar a ganar 1,000 pesos (unos 15 dólares), algo impensable en Haití, el país más pobre de América.
También Juan Mario, un guía haitiano de 65 años, insiste en la calma que reina en Anse-a-pitre, en contraste con otras zonas de Haití, en especial Puerto Príncipe: «La vida es tranquila, no hay violencia y no hay pandillas. El problema es que no hay trabajo, no hay dinero, y todo el mundo está buscando las maneras de poder comer».
Preguntado por EFE sobre si el muro fronterizo les ha cambiado la vida, Juan Mario es contundente: «No nos cambia nada».
«Para mí República Dominicana está haciendo un trabajo normal, solo está protegiendo su territorio. Porque, si dejan a los haitianos entrar sin control, a ellos mismos les van a faltar muchas cosas», opina.
En su última rendición de cuentas ante la Asamblea Nacional en febrero pasado, el presidente dominicano, Luis Abinader, dijo que el Gobierno ha destinado 1,944 millones de pesos (unos 30 millones de dólares al cambio actual) para la construcción del muro con Haití.
Operativos frente a la migración irregular
La vida se desarrolla con normalidad en esta franja fronteriza, cubierta por una tierra blanca y polvorienta que contrasta con el rojizo que impera en el suelo de las llamadas tierras raras, a solo una veintena de kilómetros de distancia.
En ellas y en la turística Pedernales, una de las provincias más deprimidas de República Dominicana, ha depositado su confianza en un futuro mejor.
Escolares uniformados caminan tranquilamente junto al muro, una verja perimetral que los militares dominicanos recorren constantemente en vehículo.
Al tiempo, en las calles de Pedernales es común ver operativos en busca de migrantes en situación irregular, en especial desde que en octubre pasado el Gobierno dominicano anunció que deportaría semanalmente a unas 10,000 personas sin papeles, casi en su totalidad haitianas.
Según informó la Dirección General de Migración dominicana (DGM) a principios de marzo, desde que el Ejecutivo dispuso esta medida más de 151,000 personas han sido reconducidas a Haití.
Solo en los primeros 15 días de este marzo la DGM ha repatriado a casi 13,000 haitianos, pese a los llamamientos de organizaciones y organismos internacionales para que los países no lleven a cabo devoluciones a un país donde en 2024 más de 5,600 personas murieron a causa de la violencia.