POR MARCOS SANTOS.- Quien suscribe se considera un deportista a carta cabal, de hecho mis primeros 10 años en los medios de comunicación fueron dedicados exclusivamente a la crónica deportiva, trabajando en programas y proyectos propios, y en las cadenas de transmisión de los equipos Gigantes del Cibao, Indios de San Francisco de Macorís y en los torneos del baloncesto superior de la ciudad de San Francisco de Macorís.
Añado además, en cadenas de radio y televisión del béisbol de las Grandes Ligas.
Sigo la MLB, la NBA, la Liga Dominicana de Béisbol, la NFL, el boxeo, entre otros deportes, y la verdad es que siento una gran pasión por estos entretenimientos.
Sin embargo, hay ciertos elementos que me llaman la atención relacionado con el béisbol de las Grandes Ligas, y los cambios que éste ha experimentado con relación las estadísticas y la forma de medir la eficiencia de un pelotero.
En los años 70, 80, y 90, el prototipo de jugador ofensivo era aquel que bateaba para promedio, tenía poder de cuadrangular, impulsaba carreras, tenía velocidad y jugaba buena defensa, es decir, un jugador completo en todo el sentido de la palabra.
Jugadores que promediaban por encima de .300, te daban 25 o más jonrones, remolcaban 100 carreras, se robaban 20 y pico de bases, y algo importante se ponchaban poco, menos de 100 veces en una temporada.
Ahora vemos que un señor te da 30 batazos de vuelta completa, te remolca 100 carreras, pero su promedio de bateo anda por los .220 y lo ponchan 175 veces, y es considerado una superestrella.
Por ejemplo, Kyle Schwarber, primer bate en la alineación de los Filis de Filadelfia, en el 2023 dio 47 leñazos, se ponchó 215 veces y bateó para .197, y hay un asunto que yo no logro entender, y es cómo a ese señor lo colocan de primer bate, si se embasa poco y se poncha mucho.
Los que estamos viendo pelota desde hace muchos años, nos acostumbramos a ver “alitas cortas”, como primeros bates, tipos que no que la sacaban del cuadro, pero se embasaban, robaban bases y producían situaciones para anotar carreras.
Las “alitas cortas” están destinadas a desaparecer, para ellos no hay contratos de mucho dinero, ahora los equipos y el público quieren ver a un mastodonte que con un swing produzca carreras.
El asunto está tan complicado para los que tenemos poco tiempo para aprender una cosa que ahora le llaman “Sabermetría”, que no entendemos ni “J” de ciertas estadísticas usadas ahora para calificar a un jugador y darle todos los millones del mundo.
Incluso, hasta la velocidad del batazo es tomado como referencia para “analizar” la calidad de un bateador.
No quiero imaginarme al excelente narrador Santana Martínez, informarle al público que el famoso “foul de Chilote”, salió del estadio a tantos pies de distancia y una velocidad por encima de las 100 millas por hora.
Pero si a la ofensiva es un asunto complicado, por lo menos para mí, con el pitcheo es que la puerca tuerce el rabo como dice la gente.
En esta época, todo “coge palo” que “laiga” 200 entradas, ya es merecedor de un contrato que sobrepasa los 100 millones de dólares y cuidado, y todo porque le ofrece estabilidad a la rotación de abridores de su equipo.
Tirar cinco entradas es una gran cosa para los lanzadores, que si bien es cierto que la bajan durísimo, también es cierto que se lesionan con mucha frecuencia, de ahí que el pitcher que gana 200 juegos en estos tiempos es un verdugo, y hasta un dichoso.
Ver que los dos últimos ganadores del premio Cy Young de la Liga Nacional, Sandy Alcántara y Blake Snell, lo lograron con 14 victorias cada uno, es para uno volverse loco.
Hemos cambiado, y no estamos hablando del PRM, es en pelota que estamos, porque insisto batear para promedio por debajo de los .250, dar unos cuantos palos, y ser buenmozo, es ser considerado una mega estrella.
Ganar 10 partidos es ser considerado como uno de los mejores del negocio, cuando tiempo atrás esos jugadores eran considerados para ir a la banca o a las ligas menores.
Gracias a Dios que tengo disponible al brillante cronista deportivo, José Antonio Mena, hijo del legendario Mickey Mena, quien de manera gentil me saca de cualquier duda sobre la nueva forma de ver y entender las estadísticas.
Igualmente, las columnas de los periodistas deportivos Héctor J. Cruz y Horacio Nolasco, son una delicia para los seguidores de la MLB, y el béisbol en sentido general.
Ahora bien, al final de la jornada gana el equipo que anota más carreras, y las carreras se anotan dando palos.
Creo que nos quieren enredar la cabuya con tantas vainas raras, y de eso estoy más que convencido.
El autor es comunicador, con 30 años en los medios, actualmente director de MS.COM.DO, y conductor del programa de Televisión Con Marcos Santos, que se difunde por el canal 8 de Telenord.